El día amaneció con nubes y claros, y sin aspecto lluvioso, bastante claro, pero con fresquete, por lo que se decidió que hoy era el día para ir al Empire State y a la Estatua de la Libertad, los dos grandes clásicos de Manhattan. Pero antes, el desayuno, no me canso de desayunar, genial como de costumbre. Salimos prontito dirección al Empire State Building, que está al ladito del hotel, en 10 minutos estabamos en la puerta, haciendo fotos como turistas japoneses. Al entrar nos advirtieron que debido a los fuertes vientos la terraza oeste del mirador estaba cerrada. Gracias al City Pass, pudimos saltarnos la cola de dos personas para ir a otra taquilla distinta. Con esta entrada nos dejaban ir hasta la planta 86, para ir al mirador de la planta 102, había que sacarse otra entrada, nosotros caimos en la trampa.
Tras pasar varios controles, y rayos X, llegamos al ascensor, que nos subió como una bala hasta la planta 80, que se encontraba en obras, desde aqui, nos hicieron una foto de grupo, y repartieron auriculares para las visitas guiadas. Y así nos encaminamos hacia el segundo ascensor que nos conduciría a la planta 86, donde se encuentra el mirador. Este ascensor daba directamente a la tienda, pero evitando tentaciones salí a la terraza para disfrutar de las vistas. Genial, la panorámica de la ciudad espectacular desde casi todos los ángulos, salvo el oeste, que estaba cerrado, y menos mal, porque al aproximarme a esa zona el viento helado era capaz de dejarte las pelotas del tamaño de guisantes en cuestión de segundos, acojonante!
Estuvimos un rato señalando, y haciendo fotos a los sitios y paisajes peculiares, y un rato después decidimos hacer uso de nuestra entrada "especial" y accedimos al ascensor que subía a la planta 102, y oh! decepción, en esta planta hay un mirador acristalado con el que se pierde toda sensación de altura, lo único que el tipo que había arriba era bastante majete y mantuvimos una charla entretenida con él. Así pues bajamos de nuevo, hicimos las últimas compras en la tienda y nos encaminamos hacia la salida, no sin antes pagar por la foto de la entrada. Una vez fuera y tras unas cortas deliberaciones, tomamos un autobus con destino a downtown. Éste nos dejo en Washington Square, desde donde caminamos hasta tomar otro autobus que nos llevara hasta los muelles en el sur de Manhattan. En este trayecto descubrimos las posibilidades que tenía la zona para ir de tiendas, pues multitud de ellas se agolpaban en la calle, llamando la atención con sus llamativos carteles, tomamos buena nota y seguimos hasta llegar a nuestro destino. Bueno, en realidad hasta el sitio donde salía el ferry que iba hasta nuestro destino. Cuando llegamos había un barco atracado en el muelle, por lo que nos dimos prisa en sacar las entradas, todas para visitar el interior de la estatua (bueno, del pedestal) y algunas de ellas con la guía de audio. Luego corrimos para coger el ferry que aún había en el muelle, pero ¡chasco!, un control de seguridad, ¡como los del aeropuerto!, rayos X, detector de metales, etc, pues claro, cuando por fin pasamos, el ferry ya no estaba, así que tocaba esperar, y con el frio que hacía...quince minutos despues que parecieron tres cuartos de hora, llegó el ferry. El viaje hasta la isla podría definirse como, digamos, frio. En la parte superior del barco corría un aire que cortaba el alma, afortunadamente mi abrigo nuevo regalo de los reyes, me protegía bastante bien, pero mis manos y mi nariz, no opinaban lo mismo. Finalmente llegamos a la isla, pero el frio persistía, el viento que corría en la isla era casi el mismo que en el barco. Antes de comprar nada en la tienda, decidimos subir a la estatua (bueno, al pedestal) y ¡oh! ¡sorpresa! otro control, solo que este ya era espectacular, ademas de los rayos X, y el detector de metales, nos hicieron pasar por un arco que te hacía una especie de escaner, y te soplaba unos escupitajos de aire, no se, muy mal rollo, seguro que vieron el parásito alien que llevo metido en mi escroto desde aquella aventura en Orión. Total ¿para que? si no te dejan subir hasta arriba, la estatua sigue hueca, y desde el pedestal lo único es que estás un poco más alto. Subimos, y le hicimos fotos, pero como estábamos muy cerca no salía entera, asi que nos bajamos y dimos la típica vuelta por alrededor de la isla, haciendo fotos, como japos. Hablando de japos, había uno muy gracioso, que iba solo con su camara y un tripode, y se colocaba delante haciendo la pose de la estatua, ya sabeis, la mano levantada, la otra a la cintura, y se quedaba así hasta que la cámara disparaba, je, je.
En fin, como era ya la hora de comer pasada, pues corrimos hacia el ferry que se encontraba en el muelle, afortunadamente no hubo que pasar ningún control más, y no hubo que esperar mucho hasta que el ferry salió. Tras una parada en Ellis Island, en la que no nos bajamos, llegamos de nuevo a Manhattan.
Bueno, ahora tocaba comer algo, y Chinatown parecía una elección adecuada. Cogimos el metro pero nos confundimos y cogimos un expreso, por lo que hubo que bajarse y darse la vuelta (y mira que el ruso nos lo advirtió dos días antes), casi a las cinco de la tarde, no sentamos en un restaurante chino, de nombre Xo, con más de 300 platos en la carta ¡!¡!. Pedimos lo primero que se nos ocurrió, y nos pasamos, yo comí todo lo que pude y más, porque ya sabeis que luego la comida china desaparece del estomago y a las dos horas tienes hambre otra vez, debe ser que se asimila muy rápidamente, como el Gatorade.
Al salir, algunos integrantes de nuestro grupo querían hacer compras de imitaciones de bolsos y esas cosas, así que nos fuimos a las tiendas pertinentes, y amigos, menudo trapicheo, algunas de nuestras compañeras se volvieron locas, regatearon, trapichearon, y al final salieron de allí con varios bolsos supercaros de imitación por 30$ cada uno, y varios relojes de imitación superguays, por no más de 45$ cada uno (Bulgari, Rolex, Tagheuerpoyas...) en fin, unos delincuentes, todos menos yo, que no compre nada de eso, aunque me dio pena no usar reloj, ni bolso, porque tenían una pinta chula.
Mi media mandarina, encontró una tienda de FarWest total, donde vendían toda clase de cosas para ser un auténtico Cowboy, revolveres viejos, ponchos, sillas de montar, sombreros, adornos indios, botas de vaquero, arreos para caballos, espuelas, pantalones, lazos, látigos, tabaco de mascar, todo lo necesario para convertirte en todo un Clint Eastwood. Por supuesto cayó el gorro vaquero y una estrella de Ranger para mi media mandarina. Resumen: la tienda era espectacular.
Y también encontramos una tienda donde vendían pantalones a precios muy interesantes, tanto que hasta yo piqué, y me compré un par de Levi's por 40$ each, espero que duren...
Y así con las manos llenas de bolsas, los pies doloridos, y la punta de la nariz al borde de la congelación, volvemos al hotel.
Antes de ponernos a dormir, bajamos a una Deli cercana para comprar algo de comida y cenarla en la habitación, lo mio no se lo que era, algo así como un pan de ajo gigante, delicioso y aceitoso.
Hasta mañana.
Tras pasar varios controles, y rayos X, llegamos al ascensor, que nos subió como una bala hasta la planta 80, que se encontraba en obras, desde aqui, nos hicieron una foto de grupo, y repartieron auriculares para las visitas guiadas. Y así nos encaminamos hacia el segundo ascensor que nos conduciría a la planta 86, donde se encuentra el mirador. Este ascensor daba directamente a la tienda, pero evitando tentaciones salí a la terraza para disfrutar de las vistas. Genial, la panorámica de la ciudad espectacular desde casi todos los ángulos, salvo el oeste, que estaba cerrado, y menos mal, porque al aproximarme a esa zona el viento helado era capaz de dejarte las pelotas del tamaño de guisantes en cuestión de segundos, acojonante!
Estuvimos un rato señalando, y haciendo fotos a los sitios y paisajes peculiares, y un rato después decidimos hacer uso de nuestra entrada "especial" y accedimos al ascensor que subía a la planta 102, y oh! decepción, en esta planta hay un mirador acristalado con el que se pierde toda sensación de altura, lo único que el tipo que había arriba era bastante majete y mantuvimos una charla entretenida con él. Así pues bajamos de nuevo, hicimos las últimas compras en la tienda y nos encaminamos hacia la salida, no sin antes pagar por la foto de la entrada. Una vez fuera y tras unas cortas deliberaciones, tomamos un autobus con destino a downtown. Éste nos dejo en Washington Square, desde donde caminamos hasta tomar otro autobus que nos llevara hasta los muelles en el sur de Manhattan. En este trayecto descubrimos las posibilidades que tenía la zona para ir de tiendas, pues multitud de ellas se agolpaban en la calle, llamando la atención con sus llamativos carteles, tomamos buena nota y seguimos hasta llegar a nuestro destino. Bueno, en realidad hasta el sitio donde salía el ferry que iba hasta nuestro destino. Cuando llegamos había un barco atracado en el muelle, por lo que nos dimos prisa en sacar las entradas, todas para visitar el interior de la estatua (bueno, del pedestal) y algunas de ellas con la guía de audio. Luego corrimos para coger el ferry que aún había en el muelle, pero ¡chasco!, un control de seguridad, ¡como los del aeropuerto!, rayos X, detector de metales, etc, pues claro, cuando por fin pasamos, el ferry ya no estaba, así que tocaba esperar, y con el frio que hacía...quince minutos despues que parecieron tres cuartos de hora, llegó el ferry. El viaje hasta la isla podría definirse como, digamos, frio. En la parte superior del barco corría un aire que cortaba el alma, afortunadamente mi abrigo nuevo regalo de los reyes, me protegía bastante bien, pero mis manos y mi nariz, no opinaban lo mismo. Finalmente llegamos a la isla, pero el frio persistía, el viento que corría en la isla era casi el mismo que en el barco. Antes de comprar nada en la tienda, decidimos subir a la estatua (bueno, al pedestal) y ¡oh! ¡sorpresa! otro control, solo que este ya era espectacular, ademas de los rayos X, y el detector de metales, nos hicieron pasar por un arco que te hacía una especie de escaner, y te soplaba unos escupitajos de aire, no se, muy mal rollo, seguro que vieron el parásito alien que llevo metido en mi escroto desde aquella aventura en Orión. Total ¿para que? si no te dejan subir hasta arriba, la estatua sigue hueca, y desde el pedestal lo único es que estás un poco más alto. Subimos, y le hicimos fotos, pero como estábamos muy cerca no salía entera, asi que nos bajamos y dimos la típica vuelta por alrededor de la isla, haciendo fotos, como japos. Hablando de japos, había uno muy gracioso, que iba solo con su camara y un tripode, y se colocaba delante haciendo la pose de la estatua, ya sabeis, la mano levantada, la otra a la cintura, y se quedaba así hasta que la cámara disparaba, je, je.
En fin, como era ya la hora de comer pasada, pues corrimos hacia el ferry que se encontraba en el muelle, afortunadamente no hubo que pasar ningún control más, y no hubo que esperar mucho hasta que el ferry salió. Tras una parada en Ellis Island, en la que no nos bajamos, llegamos de nuevo a Manhattan.
Bueno, ahora tocaba comer algo, y Chinatown parecía una elección adecuada. Cogimos el metro pero nos confundimos y cogimos un expreso, por lo que hubo que bajarse y darse la vuelta (y mira que el ruso nos lo advirtió dos días antes), casi a las cinco de la tarde, no sentamos en un restaurante chino, de nombre Xo, con más de 300 platos en la carta ¡!¡!. Pedimos lo primero que se nos ocurrió, y nos pasamos, yo comí todo lo que pude y más, porque ya sabeis que luego la comida china desaparece del estomago y a las dos horas tienes hambre otra vez, debe ser que se asimila muy rápidamente, como el Gatorade.
Al salir, algunos integrantes de nuestro grupo querían hacer compras de imitaciones de bolsos y esas cosas, así que nos fuimos a las tiendas pertinentes, y amigos, menudo trapicheo, algunas de nuestras compañeras se volvieron locas, regatearon, trapichearon, y al final salieron de allí con varios bolsos supercaros de imitación por 30$ cada uno, y varios relojes de imitación superguays, por no más de 45$ cada uno (Bulgari, Rolex, Tagheuerpoyas...) en fin, unos delincuentes, todos menos yo, que no compre nada de eso, aunque me dio pena no usar reloj, ni bolso, porque tenían una pinta chula.
Mi media mandarina, encontró una tienda de FarWest total, donde vendían toda clase de cosas para ser un auténtico Cowboy, revolveres viejos, ponchos, sillas de montar, sombreros, adornos indios, botas de vaquero, arreos para caballos, espuelas, pantalones, lazos, látigos, tabaco de mascar, todo lo necesario para convertirte en todo un Clint Eastwood. Por supuesto cayó el gorro vaquero y una estrella de Ranger para mi media mandarina. Resumen: la tienda era espectacular.
Y también encontramos una tienda donde vendían pantalones a precios muy interesantes, tanto que hasta yo piqué, y me compré un par de Levi's por 40$ each, espero que duren...
Y así con las manos llenas de bolsas, los pies doloridos, y la punta de la nariz al borde de la congelación, volvemos al hotel.
Antes de ponernos a dormir, bajamos a una Deli cercana para comprar algo de comida y cenarla en la habitación, lo mio no se lo que era, algo así como un pan de ajo gigante, delicioso y aceitoso.
Hasta mañana.
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