Es lo que tiene ser de ciudad, pensé yo, tras lo hechos acontencidos en el siguiente relato:
Sábado noche, en una pequeña localidad de la provincia de Palencia, estabamos los McKlow al completo junto con la Pechuguitas y el señor Doors, era más o menos la hora de cenar, y el Sr Doors, nuestro anfitrión, que también es de ciudad, propuso ir a tomar una mariscada en un lugar que conocía, en un pueblo cercano llamado Palenzuela.
-¿Mariscada en Palencia? ¿no suena raro? mmm... bueno, yo no soy muy de marisco, pero supongo que tendrán otras cosas.
Y allí nos encaminamos, felices y dicharacheros, y tras cruzar un precioso puente románico, vimos parte del pueblo, que prometía bastante, una pena que fuese de noche, pero me quedo con las ganas de volver a pasear por él.
Finalmente subimos al restaurante, que disponía de un mirador también muy prometedor. Entramos con nuestra cara de gente de ciudad, y yo por mi parte me quedé gratamente sorprendido, pues era una enorme estancia, con unas largas y chulísimas mesas de madera. Nos acercamos a la barra, y apoyando el codo, preguntamos.
- Buenas queríamos cenar y eso...
-Preguntadle a él a ver si se puede. - fue la curiosa respuesta de la camarera, señalando a un tipo gordo que debía ser el dueño o algo así. Alzando la ceja, en un universal gesto de sorpresa, esperamos a que se acercara, y le hicimos la misma pregunta.
-Si, claro, tenemos nécoras, cangrejos, bueyes, centollos...- (poned acento de la región al gusto)
-Y algo que no sea marisco?.- preguntamos, porque como mencioné antes yo no soy muy de marisco, y la pechuguitas, menos.
-Si... pulpo, churrasco, chuletas...
-Ah!, genial entonces.
-Muy bien, ¿cuantos son?
-Cuatro más el niño.
-OK, cinco entonces, ahora les preparan la mesa esa de allí.- Sentenció señalando una mesa redonda, en la esquina del mirador, cuyas vistas, de dia, probablemente fueran espectaculares.
Perfecto, todo iba como estaba planeado, esperamos coca-cola en mano mientras ponían el típico mantel de papel en la mesa. Miniyo, entraba y salía del restaurante, jugando con esas cosas que cuelgan de la puerta cual cortina de macarrones.
En esas estábamos cuando sorprendidos, vemos que empiezan a llevar platos a la mesa, en un momento, llevaron varios platos, uno lleno de langostinos, otro con nécoras, y otro con una montaña de cangrejos de río. Nos mirábamos unos a otros, sin dar crédito. ¿Quien ha pedido? ¿por qué traen todo eso? pero, pero...
Rápidamente nos sentamos, y mi media mandarina y el Sr. doors, empezaron a dar cuenta de las nécoras, y de los langostinos. La pechuguitas y yo nos quedamos con cara de pan, esperando que nos preguntaran que queríamos. Pero para nuestro horror, trajeron dos platos más, uno con dos centollos, otro con dos bueyes de mar, espantados vimos la realidad, aquí no se pide, te sientas y te atiborras. Un poco asustado pedí que trajeran un filete o solomillo a miniyo, pues lo del marisco como que pasaba de comérselo. Yo también empecé a comer algo de las patas de los bichos esos, pero sin sacarle el jugo o el partido adecuado, eso si, me inflé a langostinos. Mi ácido úrico me lo agradecerá.
El "solomillo" para el niño tenía unas proporciones algo exageradas, y por supuesto se le hacía "bola", menos mal que venía con patatas y yo tenía hambre.
No contentos con todo esto, la camarera, la que os juro llevaba una sonrisilla de sorna permanente en el rostro, preguntó si queríamos algo de carne, para bajar el marisco, supuse yo. Todos a coro, le hicimos entender que era suficiente así como estaba.
Finalmente, yo di buena cuenta del "solomillo", y de una patujas de nécora, además de los langostinos, y entre mi mujer y Mr. doors, acabaron con las nécoras, y los bueyes de mar, tomando algún langostino por el camino. Pechuguitas, creo que se comió medio langostino y miniyo, comió algo de nécora, patatas y pan.
Cuando ya no podíamos más, le dijimos a la "simpática" camarera que nos envolviera para llevar los centollos así como los cangrejos de río, platos que que ni habíamos tocado. Ella con esa sonrisa que os juro que llevaba pintada en la cara, asintió llevándoselo.
Temerosos de la cuenta, que podía ser astronómica, y pensando en posponer la compra de las ruedas del coche, volvió la hij... la camarera, y nos dijo que desde cocina se había decidido por unanimidad que como no habíamos tocado esos platos, que no nos los iban a cobrar. Oooh, que bien, teniendo en cuenta que ni siquiera los habíamos pedido, ¡pero que coño! si ni habíamos visto una misera carta.
En fin, mientras esperábamos la cuenta, me encontré 10 euros en el suelo, que supuse el destino colocó frente a mi ( o más bien bajo la mesa de al lado, convenientemente abandonada...).
Os tranquilizaré adelantando que al final no fue demasiado caro, por lo que recomiendo el sitio, y mucho, para vagos , inadaptados sociales, o gente con problemas de decisión, y adoradores del marisco, pues no tienes ni que abrir la boca para pedir, llegas te sientas y te ponen lo que a ellos les salga del ojete, a un precio más que asequible (nosotros sin esos dos platos que amablemente nos quitaron, salimos a menos de 20 euros por barba) y según mi media mandarina y el sr. Doors, además estaba bueno. Eso si, ni cuenta, ni ticket, ni nada de nada, todo en negro que mola más.
En fin, cosas de ser de ciudad, supongo...
Sábado noche, en una pequeña localidad de la provincia de Palencia, estabamos los McKlow al completo junto con la Pechuguitas y el señor Doors, era más o menos la hora de cenar, y el Sr Doors, nuestro anfitrión, que también es de ciudad, propuso ir a tomar una mariscada en un lugar que conocía, en un pueblo cercano llamado Palenzuela.
-¿Mariscada en Palencia? ¿no suena raro? mmm... bueno, yo no soy muy de marisco, pero supongo que tendrán otras cosas.
Y allí nos encaminamos, felices y dicharacheros, y tras cruzar un precioso puente románico, vimos parte del pueblo, que prometía bastante, una pena que fuese de noche, pero me quedo con las ganas de volver a pasear por él.
Finalmente subimos al restaurante, que disponía de un mirador también muy prometedor. Entramos con nuestra cara de gente de ciudad, y yo por mi parte me quedé gratamente sorprendido, pues era una enorme estancia, con unas largas y chulísimas mesas de madera. Nos acercamos a la barra, y apoyando el codo, preguntamos.
- Buenas queríamos cenar y eso...
-Preguntadle a él a ver si se puede. - fue la curiosa respuesta de la camarera, señalando a un tipo gordo que debía ser el dueño o algo así. Alzando la ceja, en un universal gesto de sorpresa, esperamos a que se acercara, y le hicimos la misma pregunta.
-Si, claro, tenemos nécoras, cangrejos, bueyes, centollos...- (poned acento de la región al gusto)
-Y algo que no sea marisco?.- preguntamos, porque como mencioné antes yo no soy muy de marisco, y la pechuguitas, menos.
-Si... pulpo, churrasco, chuletas...
-Ah!, genial entonces.
-Muy bien, ¿cuantos son?
-Cuatro más el niño.
-OK, cinco entonces, ahora les preparan la mesa esa de allí.- Sentenció señalando una mesa redonda, en la esquina del mirador, cuyas vistas, de dia, probablemente fueran espectaculares.
Perfecto, todo iba como estaba planeado, esperamos coca-cola en mano mientras ponían el típico mantel de papel en la mesa. Miniyo, entraba y salía del restaurante, jugando con esas cosas que cuelgan de la puerta cual cortina de macarrones.
En esas estábamos cuando sorprendidos, vemos que empiezan a llevar platos a la mesa, en un momento, llevaron varios platos, uno lleno de langostinos, otro con nécoras, y otro con una montaña de cangrejos de río. Nos mirábamos unos a otros, sin dar crédito. ¿Quien ha pedido? ¿por qué traen todo eso? pero, pero...
Rápidamente nos sentamos, y mi media mandarina y el Sr. doors, empezaron a dar cuenta de las nécoras, y de los langostinos. La pechuguitas y yo nos quedamos con cara de pan, esperando que nos preguntaran que queríamos. Pero para nuestro horror, trajeron dos platos más, uno con dos centollos, otro con dos bueyes de mar, espantados vimos la realidad, aquí no se pide, te sientas y te atiborras. Un poco asustado pedí que trajeran un filete o solomillo a miniyo, pues lo del marisco como que pasaba de comérselo. Yo también empecé a comer algo de las patas de los bichos esos, pero sin sacarle el jugo o el partido adecuado, eso si, me inflé a langostinos. Mi ácido úrico me lo agradecerá.
El "solomillo" para el niño tenía unas proporciones algo exageradas, y por supuesto se le hacía "bola", menos mal que venía con patatas y yo tenía hambre.
No contentos con todo esto, la camarera, la que os juro llevaba una sonrisilla de sorna permanente en el rostro, preguntó si queríamos algo de carne, para bajar el marisco, supuse yo. Todos a coro, le hicimos entender que era suficiente así como estaba.
Finalmente, yo di buena cuenta del "solomillo", y de una patujas de nécora, además de los langostinos, y entre mi mujer y Mr. doors, acabaron con las nécoras, y los bueyes de mar, tomando algún langostino por el camino. Pechuguitas, creo que se comió medio langostino y miniyo, comió algo de nécora, patatas y pan.
Cuando ya no podíamos más, le dijimos a la "simpática" camarera que nos envolviera para llevar los centollos así como los cangrejos de río, platos que que ni habíamos tocado. Ella con esa sonrisa que os juro que llevaba pintada en la cara, asintió llevándoselo.
Temerosos de la cuenta, que podía ser astronómica, y pensando en posponer la compra de las ruedas del coche, volvió la hij... la camarera, y nos dijo que desde cocina se había decidido por unanimidad que como no habíamos tocado esos platos, que no nos los iban a cobrar. Oooh, que bien, teniendo en cuenta que ni siquiera los habíamos pedido, ¡pero que coño! si ni habíamos visto una misera carta.
En fin, mientras esperábamos la cuenta, me encontré 10 euros en el suelo, que supuse el destino colocó frente a mi ( o más bien bajo la mesa de al lado, convenientemente abandonada...).
Os tranquilizaré adelantando que al final no fue demasiado caro, por lo que recomiendo el sitio, y mucho, para vagos , inadaptados sociales, o gente con problemas de decisión, y adoradores del marisco, pues no tienes ni que abrir la boca para pedir, llegas te sientas y te ponen lo que a ellos les salga del ojete, a un precio más que asequible (nosotros sin esos dos platos que amablemente nos quitaron, salimos a menos de 20 euros por barba) y según mi media mandarina y el sr. Doors, además estaba bueno. Eso si, ni cuenta, ni ticket, ni nada de nada, todo en negro que mola más.
En fin, cosas de ser de ciudad, supongo...
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